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.�Yo le respond� que era grande estremo de amistad el que quer�ahacer, y que primero se mirase bien en ello, porque despu�s podr�aser tener necesidad de valerse de la justicia para cobrar suhacienda.Pero ella me respondió con tantas razones,representando tantas obligaciones que la obligaban a servir a do�aClementa, aun en cosas de m�s importancia, que, mal de mi gradoy con remordimiento de mi juicio, hube de condecender con el gustode do�a Estefan�a, asegur�ndome ella que solos ocho d�as pod�adurar el embuste, los cuales estar�amos en casa de otra amigasuya.Acab�monos de vestir ella y yo, y luego, entr�ndose adespedir de la se�ora do�a Clementa Bueso y del se�or don LopeMel�ndez de Almend�rez, hizo a mi criado que se cargase el ba�l yque la siguiese, a quien yo tambi�n segu�, sin despedirme de nadie. 7�Paró do�a Estefan�a en casa de una amiga suya, y, antes queentr�semos dentro, estuvo un buen espacio hablando con ella, alcabo del cual salió una moza y dijo que entr�semos yo y mi criado.Llevónos a un aposento estrecho, en el cual hab�a dos camas tanjuntas que parec�an una, a causa que no hab�a espacio que lasdividiese, y las s�banas de entrambas se besaban.En efeto, all�estuvimos seis d�as, y en todos ellos no se pasó hora que notuvi�semos pendencia, dici�ndole la necedad que hab�a hecho enhaber dejado su casa y su hacienda, aunque fuera a su mismamadre.�En esto, iba yo y ven�a por momentos; tanto, que la hu�speda decasa, un d�a que do�a Estefan�a dijo que iba a ver en qu� t�rminoestaba su negocio, quiso saber de m� qu� era la causa que memov�a a re�ir tanto con ella, y qu� cosa hab�a hecho que tanto se laafeaba, dici�ndole que hab�a sido necedad notoria m�s que amistadperfeta.Cont�le todo el cuento, y cuando llegu� a decir que mehab�a casado con do�a Estefan�a, y la dote que trujo y lasimplicidad que hab�a hecho en dejar su casa y hacienda a do�aClementa, aunque fuese con tan sana intención como era alcanzartan principal marido como don Lope, se comenzó a santiguar y ahacerse cruces con tanta priesa, y con tanto ''�Jes�s, Jes�s, de lamala hembra!'', que me puso en gran turbación; y al fin me dijo:''Se�or alf�rez, no s� si voy contra mi conciencia en descubriros loque me parece que tambi�n la cargar�a si lo callase; pero, a Dios ya ventura, sea lo que fuere, �viva la verdad y muera la mentira! Laverdad es que do�a Clementa Bueso es la verdadera se�ora de lacasa y de la hacienda de que os hicieron la dote; la mentira es todocuanto os ha dicho do�a Estefan�a: que ni ella tiene casa, nihacienda, ni otro vestido del que trae puesto.Y el haber tenido lugary espacio para hacer este embuste fue que do�a Clementa fue avisitar unos parientes suyos a la ciudad de Plasencia, y de all� fue atener novenas en Nuestra Se�ora de Guadalupe, y en esteentretanto dejó en su casa a do�a Estefan�a, que mirase por ella,porque, en efeto, son grandes amigas; aunque, bien mirado, no hayque culpar a la pobre se�ora, pues ha sabido granjear a una talpersona como la del se�or alf�rez por marido''.�Aqu� dio fin a su pl�tica y yo di principio a desesperarme, y sinduda lo hiciera si tantico se descuidara el �ngel de mi guarda ensocorrerme, acudiendo a decirme en el corazón que mirase que eracristiano y que el mayor pecado de los hombres era el de ladesesperación, por ser pecado de demonios.Esta consideración o 8buena inspiración me conhortó algo; pero no tanto que dejase detomar mi capa y espada y salir a buscar a do�a Estefan�a, conprosupuesto de hacer en ella un ejemplar castigo; pero la suerte,que no sabr� decir si mis cosas empeoraba o mejoraba, ordenó queen ninguna parte donde pens� hallar a do�a Estefan�a la hallase.Fuime a San Llorente, encomend�me a Nuestra Se�ora, sent�mesobre un esca�o, y con la pesadumbre me tomó un sue�o tanpesado, que no despertara tan presto si no me despertaran.�Fui lleno de pensamientos y congojas a casa de do�a Clementa, yhall�la con tanto reposo como se�ora de su casa; no le os� decirnada, porque estaba el se�or don Lope delante.Volv� en casa de mihu�speda, que me dijo haber contado a do�a Estefan�a como yosab�a toda su mara�a y embuste; y que ella le preguntó qu�semblante hab�a yo mostrado con tal nueva, y que le hab�arespondido que muy malo, y que, a su parecer, hab�a salido yo conmala intención y con peor determinación a buscarla.D�jome,finalmente, que do�a Estefan�a se hab�a llevado cuanto en el ba�lten�a, sin dejarme en �l sino un solo vestido de camino
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