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.Y para demostrárselo, pasó el fusil automático a Lig y también la lámpara de cadmio, para efectuar un salto él mismo.Pero Jeel Samar no tuvo tanta suerte como Lig.Su pie rozó la corriente electromagnética y millones de iones lanzados a la velocidad de la luz le rozaron la punta del zapato, segándoselo como si fuera mantequilla cortada por un cuchillo caliente.—¡Cuidado! ¡Estirar los brazos y saltar en línea recta! —gritó Lig—.Esta barrera es muy peligrosa.Peter Kapra47 Genocidio en QU'ELLHeroes del espacio N° 188Tres hombres del comando saltaron limpiamente, pero el cuarto también tuvo mala suerte y le fue amputada casi media pierna.Cayó al suelo derramando abundante sangre.—¡Atendedle! —gritó Sainar, que se vendaba el pie—.Y los demás, seguid a Lig.Este ya había llegado hasta el hueco de donde salió el monje soldado.Dentro había una escalera adosada al muro.Alumbró hacia arriba y estuvo a punto de ser alcanzado por un disparo fotónico que levantó chispas del suelo.—¡Granadas letárgicas! —gritó Lig—.Disparad hacia arriba.Uno de los hombres del comando se acercó provisto de un arma que lanzaba pequeñas bombas paralizantes.Asomó el brazo y disparó tres veces hacia arriba.Se oyeron gritos.Lig fue el primero en entrar y trepar por la escalera, seguido del que había disparado las granadas.El Comando «Buda» ya se había despojado de su ropón.Ahora parecían soldados modernos y perfectamente equipados.Pisándole los talones a Lig, aquel individuo subió a un pasillo que discurría por encima de la vía subterránea.Allí yacía un monje-soldado paralizado.A lo largo del pasillo no se veía a nadie en ninguna dirección.Pero al fondo, hacia el interior de Monte U, las luces empezaron a apagarse.Lig dio potencia a su lámpara y gritó:—¡Seguidme por aquí! ¡El enemigo está allá, al fondo! Echó a correr zigzagueando, seguido del comando.Y, de pronto, fogonazos ingenios surgieron de la oscuridad, ante ellos.Lig y el otro se arrojaron al suelo, contestando al mismo tiempo con sus modernas armas fotónicas.Y de nuevo la suerte les acompañó, porque el que había disparado contra ellos fue alcanzado por la doble descarga.—¡Adelante!Con la lámpara en la mano izquierda y el fusil fotónico en la derecha, Lig corrió hasta llegar a una puerta que estaba señalada con una flecha.Recordó la señal de la cadena de ascensores horizontales de Monte U.—¡Entremos aquí!El comando se precipitó dentro de la pequeña cabina que Lig abrió tocando un pulsador, en el instante en que volvían a disparar desde el fondo del pasillo.Y esta vez recibió la descarga uno de los comandos de Jeel Sainar, que había corrido en pos de Lig y su compañero.Lig y el otro ya estaban corriendo en dirección a la sala central del Monte U, en donde se detuvieron al cabo de dos minutos.—¡Cuidado ahora! ¡Pueden estar esperándonos!Con las armas preparadas, Lig presionó el pulsador de apertura de la puerta.Y ante ellos vieron un grupo de robots domésticos, todos inmóviles.Pero en la sala no había ningún monje soldado del grupo invasor del obispo Zaf-fir.—¿Qué es esto? —exclamó Lig.Y dándose cuenta que todos los robots tenían abierta en la espalda la caja de desconexión, comprendió que los nuevos invasores, no fiándose de los robots de servicio, los habían reunido allí, desconectándolos.Lig procedió a conectar varios de ellos y a darles instrucciones:—Poneos en marcha los unos a los otros.Luego, recorred las dependencias del palacio y atacar a todos los monjes soldados del obispo Zaf-fir, que son los que visten de negro de la cabeza a los pies.—Sí, Lig.Los conocemos muy bien.—¡Y libertad a todos los demás robots que encontréis! ¿Quién sabe dónde están Anel y Brsig?Hubieron de repetir la pregunta varias veces, hasta que uno de los sirvientes se adelantó y dijo:Peter Kapra48 Genocidio en QU'ELLHeroes del espacio N° 188—Yo lo sé.—¿Dónde? —preguntó Lig.—Antes de ser desconectado y conducido aquí, tus compañeros estaban en el laboratorio físico, con el obispo Zaf-fir y otros enemigos.Querían maltratar a la muchacha.—¡Vamos rápidamente allá, Leo Kiur! —exclamó Lig, dirigiéndose al comando.Tuvieron que bajar una amplia escalera y recorrer un enorme pasillo.Antes de llegar al extremo, vieron varios monjes que empezaron a disparar contra ellos.Lig retrocedió y se parapetó tras un contrafuerte metálico.Pero el comando llamado Leo Kiur no actuó tan rápido y una chispa fotónica le alcanzó la coraza, no causándole daño pero derribándolo al suelo.Fue Lig quien contraatacó acto seguido, disparando con el fusil automático y teniendo el acierto de alcanzar a dos monjes, lo que obligó a los otros a saltar hacia atrás, gritando.Lig imaginó lo que iba a ocurrir a continuación, y trató de impedirlo.Apuntó hacia la caja de pulsadores de cierre y mantuvo el fuego varios segundos.Con ello impidió que funcionasen los circuitos y se cerrase la pesada puerta.Se acercó a Leo Kiur y le preguntó:—¿Cómo estás?—Bien.Algo aturdido.—Tienes que volver.Busca una cabina señalada con una flecha horizontal, penetra en ella y toca el botón S-25.Saldrás en el mismo sitio en que entramos—.Quiero que venga Samar y todos los que puedan.¡Recuerda que estoy en el S-83! Necesitaré ayuda para entrar ahí.—Sí, señor.Lo haré —dijo Leo Kiur.Lig no esperó a que regresara el Comando «Buda».Sabía que Anel y Brsig podían estar en peligro y todos los segundos contaban.Por esto se fue acercando a la entrada del laboratorio de física, donde debía estar el obispo Zaf-fir con sus prisioneros.Y, efectivamente, así era.El obispo Zaf-fir, que había actuado por su cuenta y dirigido a sólo un grupo de veinte monjes-soldados, porque estaba seguro de que nadie podría penetrar en Monte U, se había dado cuenta de su error.Podía controlar las comunicaciones exteriores y se sorprendió al saber que varios hombres habían penetrado por un paso cerrado.Esos hombres estaban ya ante el laboratorio de física en donde trataba de obtener información a Brsig y a Anel Liamp, a los que había sometido a un tratamiento de examen psíquico, por medio de drogas y procedimiento electrónicos del cerebro.Tanto Brsig como Anel yacían sobre sendas mesas gravitatorias y detrás de ellas se había situado Zaf-fir, que era un sujeto adiposo, mofletudo, de ojos casi saltones y que vestía con el boato de los obispos de Rigvra, con lujo criminal, bordados de oro puro, encajes finísimos, collares de perlas y diamantes y un gorro negro, de ocho picos, en cada uno de los cuales había una gran esmeralda.Diez hombres armados estaban delante de él apuntando con sus armas hacia la puerta abierta, por donde esperaban ver aparecer a un grupo de soldados enemigos.Pero los minutos transcurrían y no sucedía nada.—Id hasta la puerta —ordenó Zaf-fir—.Menek, ve tú.El aludido vaciló, se volvió y luego, pálido, obedeció.Pero no fue muy lejos.Un robot armado asomó en la puerta.Dispararon todos contra él, destrozándolo.Pero otro robot ocupó su puesto acto seguido, corriendo la misma suerte.Y otro, y otro.Más de veinte robots estuvieron apareciendo y cayendo , hasta que los monjes ya no pudieron disparar más, por haber agotado las cargas de sus fusiles.Entonces se oyó, junto a la puerta, la voz de Lig, que gritaba: Peter Kapra49 Genocidio en QU'ELLHeroes del espacio N° 188—Salid todos con los brazos en alto y nada os pasará.Si hemos de entrar nosotros, moriréis
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