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.Ississi hab�a desaparecido.Tras examinarlo durante largo rato con sus ojos llenos de asombro, se tendiótransversalmente sobre el camastro y buscó fren�ticamente alrededor de los delgadosbordes del colchón y debajo de ellos, buscó el cuchillo o las tijeras afilados como unanavaja de afeitar que hab�a hecho aquello o (�qui�n sab�a?) alg�n animalillo de agudos dientes avezado a desgarrar cintas que sirviera en secreto a la joven prostituta yobedeciera sus órdenes.Un vibrante suspiro de satisfacción le hizo volverse convulsivamente.En medio delreci�n abierto cofre, llegada all� mediante ardides que �l no pod�a imaginar, Ississi estabasentada con las piernas cruzadas, mir�ndole.Ten�a los brazos alzados y sus �gilesmanos trenzaban r�pidamente su larga cabellera plateada, acción que revelaba del mejormodo posible su esbelta cintura y sus senos peque�os y exquisitos, mientras los ojosverdes destellaban y los labios le sonre�an. �No soy enormemente lista? �Insuperablemente lista y por completo deliciosa?El Ratonero la miró con el ce�o fruncido y luego, con la misma expresión, examinócada lado, como si buscara una ruta por la que ella hubiera podido deslizarse sin ser vistadesde el camastro al cofre pasando por los barriles muy juntos y doblemente atados.yquiz�s sus aliados, animales, humanos o demon�acos.Luego bajó del camastro y,aproxim�ndose a ella, rodeó el cofre, mirando a la muchacha de arriba abajo, como sibuscara armas ocultas, aunque fuesen tan peque�as como una u�a afilada, volviendo supropio cuerpo de manera que no dejara de mirarla con el ce�o fruncido ni la perdiera devista un solo instante, hasta que volvió a estar frente a ella.Su respiración profunda le ensanchaba las aletas de la nariz, mientras los rayosamarillos y las sombras de la l�mpara oscilaban r�tmicamente a trav�s de su oscura yairada presencia y la piel p�lida como la luna de la muchacha.Ella continuó trenz�ndose el cabello y sonriendo, emitiendo gorjeos que, al cabo de unrato, se convirtieron en un �spero recitado, con aparentes improvisaciones, como siestuviera traduciendo desde otro lenguaje al bajo lankhmar�s. Oh, los dones dorados de mi tierra son seis, y sabes que est�n rigurosamente fijadosen un c�rculo.El Dardo Dorado de la Muerte y el Deseo, la Vara de Mando cuyo escozores como el fuego, la Copa del Confinamiento y el Entendimiento Secretos, los C�rculos delDestino cuyos caminos son tortuosos.La Prisión C�bica del dios y el duende, el GloboMultibarrado de Simorgya y el Yo.Profundo, oh, profundo es mi pa�s lejano, donde el oronos llevar�, a m� y a ti.El Ratonero agitó un dedo ante el rostro de la muchacha, como un oscuro desaf�o yuna sombr�a advertencia.Luego cortó una extensión de cinta negra en varios trozos, laretorció y tiró de los extremos para comprobar su resistencia, sin dejar de mirar entretantoa la joven, y le ató las piernas tal como estaban, desde el esbelto tobillo a la pantorrilla,justo por debajo de la rodilla, y de la esbelta pantorrilla al tobillo.Entonces le tendió unamano con gesto imperioso.Ella terminó en seguida de trenzarse el cabello, se rodeó lacabeza con la trenza y fijó su extremo, de modo que se convirtió en una especie depeque�a corona de plata.Acto seguido, exhalando un suspiro y desviando el rostro algoestrecho, ofreció al Ratonero las mu�ecas muy juntas, con las palmas hacia arriba.�l se las cogió con gesto despectivo, las llevó a la espalda y las ató all�, como hab�ahecho la noche anterior, lo mismo que los codos, tirando de sus hombros hacia atr�s.Entonces la empujó hacia adelante, de modo que el rostro quedó sepultado en la sedacobriza adquirida para Cif (�cu�nto tiempo hac�a?) y tendió una doble cinta desde susmu�ecas atadas a lo largo de la espina dorsal hasta las piernas atadas, tens�ndolacuanto pudo, de manera que la espalda de la muchacha estaba forzosamente arqueada yel rostro alzado libre de la seda.Pero, a pesar de su creciente excitación, le incordiaba la idea de que hab�a habido algoen la gorjeada cantinela de la joven que no le hab�a gustado.Ah, s�, la mención deSimorgya.�Qu� lugar ocupaba aquel reino hundido en las tierras de nunca jam�s de unaprostituta? Y su ch�chara anterior sobre influencias h�medas y acuosas en la tierraimaginaria donde ella hab�a sido reina, o m�s bien princesa.�Vaya, volv�a de nuevo a lacarga!  Ven, hermano Mordroog, a escoltarnos regiamente  gorjeó sobre la sedaanaranjada, sin que al parecer le importara su aguda incomodidad.Ven con nuestrosguardianes, el Embestidor Profundo, tu caballo.su monstruo, m�s bien, y t� en sucastillo.Ven tambi�n con Acuchillador y el enorme Cogelotodo, para derribar nuestraprisión y llevamos a casa.Y env�a a todos tus esp�ritus corriendo antes que t�, de modoque nuestras mentes est�n absortas.Las sombras se fijaron de un modo antinatural cuando el balanceo de la l�mpara seredujo hasta detenerse por completo.En la cubierta, inmediatamente por encima de sus cabezas, reinaba la consternación.De una manera inexplicable, el viento hab�a desaparecido y el mar parec�a una l�mina deaceite.El timón en manos de Skor estaba quieto, la vela que Mikkidu manipulaba, floja.Elcielo no parec�a cubierto, pero la luz del sol ten�a una cualidad umbrosa, espectral, comosi un eclipse no predicho u otro acontecimiento ominoso fuese inminente.Entonces, deimproviso, el mar oscuro se elevó hirviente apenas a la distancia de un lanzamiento dejabalina desde el barco.y bajó de nuevo sin que disminuyera lo m�s m�nimo lasensación de presagio.La ola subsiguiente sacudió al Halcón Marino.Los doslugartenientes y Ourph intercambiaron miradas inquisitivas.Ninguno de ellos reparó en elreguero de burbujas que se extend�a desde el lugar donde el mar se hab�a alzado hacia lagalera inmóvil por la falta de viento.10En la tesorer�a Cif tuvo la s�bita corazonada de que el Ratonero necesitaba m�sprotección [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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