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.Losdem�s se limitaban a atisbar por la puerta o espiaban por las rendijas de los muros sinventanas.Hab�a pasteles fritos de ma�z molido, manzanas un poco estropeadas por la escarcha,agua (una gran exquisitez, ante la cual los callados testigos se babearon abiertamente) ylas ancas de dos conejos, hervidas, encurtidas y saladas, servidas fr�as; de �stas noparticiparon el atam�n y su familia.He hablado de fest�n porque as� lo consideraban losaldeanos, pero comparado con �l la simple cena de marineros que hab�amos comidounas guardias antes en la gabarra hab�a sido todo un banquete.Yo descubr� que no ten�a hambre, aunque estaba cansado y con mucha sed.Com� unpastel y un poco de carne y apur� largos tragos de agua; luego decid� que la cortes�a m�salta era dejar parte de la comida a la familia del atam�n, que claramente ten�a tan poca, yme puse a partir nueces.Esta, al parecer, era la se�al de que mi anfitrión pod�a hablar. Soy Bregwyn  dijo.Nuestra aldea se llama Vici.Mi mujer es Cinnia.Nuestra hijaes Herena.Esta mujer  moviendo la cabeza se�aló a Burgundofara dice que es usted unhombre bueno. Me llamo Severian.Esta mujer es Burgundofara.Soy un hombre malo que trata deser bueno. Los de Vici o�mos poco del mundo lejano.Quiz� usted quiera contarnos qu� azar loha tra�do a nuestra aldea.Lo hab�a dicho con una expresión de inter�s educado y nada m�s, pero aprovech� lapausa.Habr�a sido harto f�cil despachar a los aldeanos con cualquier historia de comercioo peregrinaje; y en verdad, si le hubiera contado que esper�bamos devolver aBurgundofara a su hogar junto al Oc�ano no habr�a mentido del todo.�Pero ten�a yoderecho a contar algo as�? Antes le hab�a dicho a Burgundofara que �sa era la gente queyo quer�a rescatar y para lo cual hab�a ido hasta el fin del universo.Ech� una mirada a lallorosa mujer del atam�n, consumida por el trabajo, y a los hombres de barbas gris�ceas ymanos �speras. Esta mujer  dije es de Liti.�Conoc�is el lugar?El atam�n negó con la cabeza. Los habitantes de Liti son pescadores.Ella tiene la esperanza de volver. Tom�aliento. Yo. Vi�ndome tantear las palabras el atam�n se inclinó muy levementehacia adelante. He podido ayudar a Herena.Hacerla m�s completa.Eso usted lo sabebien. Estamos agradecidos  dijo �l.Burgundofara me tocó el brazo.Cuando la mir�, me dijo con los ojos que tal vez fuerapeligroso hacer lo que estaba haciendo. La propia Urth no est� completa.Tanto el atam�n como los otros hombres, que estaban en cuclillas contra las paredesde la choza, se acercaron un poco.Vi que algunos asent�an. Yo he venido acompletarla.Como si le sacaran las palabras a la fuerza, uno de los hombres dijo:  Nevó antes deque el ma�z madurase.Ya es el segundo a�o.Varios m�s asintieron, y el que estaba detr�s del atam�n, y por lo tanto frente a m�, dijoentonces:  La gente del cielo est� enfadada.Intent� explicarlo:  La gente del cielo, los hieródulos y los jerarcas, no nos odian.Peroocurre que est�n muy lejos, y nos temen por cosas que hicimos antes, hace mucho,cuando nuestra raza era joven.Yo he ido hasta ellos. Observ� las caras sin expresiónde los aldeanos, pregunt�ndome si alguno iba a creerme. He llevado a cabo unaconciliación.He conseguido, creo, que est�n m�s cerca de nosotros, y nosotros m�scerca de ellos.Ellos me han enviado de vuelta.Esa noche, acostados en la choza del atam�n (que �ste, su mujer y su hija hab�aninsistido en dejarnos), Burgundofara hab�a dicho:  Al final nos matar�n, �sabes?Yo le hab�a prometido:  Ma�ana nos iremos. No lo permitir�n  hab�a replicado ella.Y la ma�ana demostró que en cierto modo ten�amos razón los dos.De hecho partimos;pero los aldeanos nos hablaron de otra villa que estaba a unas leguas, llamada Gurgustii,y nos acompa�aron hasta all�.Cuando llegamos fue exhibido el brazo de Herena, quedespertó gran asombro, y nos invitaron (no sólo a Burgundofara y a m�, sino a Herena,Bregwyn y los dem�s) a un banquete muy parecido al anterior, salvo que en vez deconejo hab�a pescado fresco.Despu�s me hablaron de cierto hombre que era muy bueno y muy valioso paraGurgustii, pero que estaba muy enfermo.Dije a los lugare�os que no pod�a garantizarnada, pero que ir�a a examinarlo y lo ayudar�a si era posible.La caba�a en donde yac�a el hombre, tan vieja al parecer como �l, apestaba aenfermedad y muerte.Ech� fuera a la turba de aldeanos que hab�an entrado conmigo.Cuando se fueron, hurgu� en la caba�a hasta dar con un trozo de estera ra�da, para taparel umbral [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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