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.Luego abrió el bar y procedió a tener confianza y optimismo.El ritual no había tenido sentido.pero al menos, le había curado de la idea de que podía haber sido de otra forma.Algún tiempo más tarde, pensó en el clon.Hundiéndose en la narcosis.Sufriendo una tosca extrapolación de la enfermedad que había matado a su original.Y luego, en el momento de la muerte simulada, tomando un nuevo cuerpo, joven y saludable.con un rostro sacado de una fotografía de la Navidad de 1985.Resurrección.por un instante.No más que una formalidad.El guión había congelado al joven asesino, sin ni siquiera despertarlo.¿Y entonces?Thomas estaba demasiado cansado para angustiarse sobre ese detalle.Había hecho lo que había hecho por el ritual.Había entregado el clon en manos de Durham, para concederle —como el hombre de carne y hueso que creía ser— la remota posibilidad de otra vida, en un mundo más allá de la muerte, más allá del mundo.Y si todo había sido un error, ahora ya no había forma de echarse atrás.SEGUNDA PARTECiudad Permutación23Maria despertó sin haber soñado, con la cabeza despejada y tranquila.Abrió los ojos y miró a su alrededor.La cama, la habitación, no le eran familiares.Todo parecía anormalmente inmaculado, sin haber sido afectado por la ocupación humana, como una costosa habitación de hotel.Estaba perpleja, pero impasible; parecía que había una explicación a punto de surgir.Llevaba puesto un camisón que no había visto nunca.De pronto recordó la Clínica Landau.Charlando con el técnico.Tomando prestado el marcador.El paseo por la habitación de recuperación.El anestesista pidiéndole que contase.Sacó la mano de debajo de la sábana.Tenía la palma izquierda en blanco; había desaparecido el mensaje reconfortante que había escrito allí.Sintió que la sangre se le iba de la cara.Antes de tener la oportunidad de pensar, Durham entró en la habitación.Durante un momento, se sorprendió demasiado para hablar.luego le gritó:—¿Qué me has hecho? Soy la Copia, ¿no? ¡Estás ejecutando la Copia! —¿Atrapada en el programa de lanzamiento, con sólo dos minutos de vida?Durham dijo con calma:—Sí, eres la Copia.—¿Cómo? ¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo pude permitir que sucediese? —lo miró fijamente, desesperada por una respuesta, furiosa más que nada por la idea de que los dos podrían desaparecer antes de oír la respuesta, antes de entender cómo había conseguido romper todas sus complejas medidas de seguridad.Pero Durham se limitó a quedarse de pie en la puerta, con aspecto de diversión y embarazo.como si hubiese esperado una respuesta como aquélla, pero no pudiese creerla del todo ahora que sucedía.Al final, ella dijo:—Esto no es el lanzamiento, ¿no? Esto es más tarde.Eres otra versión.Me robaste, me estás ejecutando más tarde.—No te robé —vaciló, luego añadió con cuidado—.Creo que sabes exactamente dónde estás.Y sufrí angustiosamente por despertarte.pero tenía que hacerlo.Están pasando muchas cosas que querrás ver, de las que querrás ser parte; no podía dejarte dormir mientras sucedía.Eso hubiese sido imperdonable.Maria ignoró todo lo que le había dicho.—Guardaste mi fichero de escán después del lanzamiento.De alguna forma lo duplicaste.—No.El único lugar al que fue tu fichero de escán era la configuración del jardín del Edén.Como acordamos.Y ahora estás en Ciudad Permutación.En el universo TVC.ahora comúnmente conocido como Elíseo.Ejecutándose sólo sobre sus propias leyes.Maria se sentó lentamente en la cama, llevándose las rodillas hasta el pecho, intentando aceptar la situación sin caer en el pánico, sin desmoronarse.Durham estaba loco, era impredecible.Peligroso.¿Cuándo iba a meterse eso en el cráneo? De carne y hueso, ella probablemente hubiese podido romperle el puto cuello si hubiese tenido que hacerlo, para defenderse.pero si él controlaba aquel ambiente, ella no tenía ningún poder: podía violarla, torturarla, hacerle lo que quisiese.La idea de que él la atacaría seguía siendo ridícula.pero no podía depender de la forma en que él la había tratado antes.Era un mentiroso y un secuestrador.No sabía nada de él.Pero ahora mismo se estaba portando tan civilizadamente como siempre; parecía tener intención de mantener la charada.Ella temía romper aquella apariencia de hospitalidad.pero se obligó a hablar con calma:—Quiero usar un terminal.Durham hizo un gesto al espacio sobre la cama, y apareció una terminal.El corazón de Maria se hundió; comprendió que se había estado aferrando a la remota posibilidad de que todavía siguiese siendo humana.Y eso todavía era posible.En una ocasión habían borrado la memoria de Durham y le habían engañado para que pensase que era una Copia, cuando simplemente era un visitante.O al menos él decía que había sucedido, en otro mundo
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