[ Pobierz całość w formacie PDF ]
.Y me dir�:  S�, este regalo es muy her-moso, �oh mujer! �Pero qui�n eres? �Y qui�n es tu hijo Aladino? �Y qu� hace? �Y qui�n es su padre? �Ycon qu� cuenta? �Y entonces me ver� obligada a decir que no ejerces ning�n oficio y que tu padre no eram�s que un pobre sastre entre los sastres del zoco! Pero Aladino contestó:  �Oh madre, est� tranquila! �esimposible que el sult�n te haga semejantes preguntas cuando vea las maravillosas pedrer�as colocadas amanera de frutas en la porcelana! No tengas, pues, miedo, y no te preocupes por lo que no va a pasar.�Le-v�ntate, por el contrario, y ve a ofrecerle el plato con su contenido y p�dele para m� en matrimonio a su hijaBadr�'l-Budur! �Y no apesadumbres tu pensamiento con un asunto tan f�cil y tan sencillo! �Tampoco olvi-des, ademas, si todav�a abrigas dudas con respecto al �xito, que poseo una l�mpara que suplir� para m� atodos los oficios y a todas las ganancias!Y continuó hablando a su madre con tanto calor y seguridad, que acabó por convencerla completamente.Y la apremió para que se pusiera sus mejores trajes; y la entregó la fuente de porcelana, que se apresuró ellaa envolver en un pa�uelo atado por las cuatro puntas, para llevarla as� en la mano.Y salió de la casa y seencaminó al palacio del sult�n.Y penetró en la sala de audiencias con la muchedumbre de solicitantes.Y sepuso en primera fila, pero en una actitud muy humilde, en medio de los presentes, que permanec�an con losbrazos cruzados, y los ojos bajos en se�al del m�s profundo respeto.Y se abrió la sesión del div�n cuandoel sult�n hizo su entrada, seguido de sus visires, de sus emires y de sus guardias.Y el jefe de los escribasdel sult�n empezó a llamar a los solicitantes, unos tras otros, seg�n la importancia de las s�plicas.Y se des-pacharon los asuntos acto seguido.Y los sólicitantes se marcharon, contentos unos por haber conseguido loque deseaban, otros muy alargados de nariz, y otros sin haber sido llamados por falta de tiempo.Y la madrede Aladino fue de estos �ltimos.As� es que cuando vio que se hab�a levantado la sesión y que el soltan se hab�a retirado, seguido de susvisires, comprendió que no la quedaba qu� hacer m�s que marcharse tambi�n ella.Y salió de palacio y vol-vió a su casa.Y Aladino, que en su impaciencia la esperaba a la puerta, la vio volver con la porcelana en lamano todav�a; y se extra�ó y se quedó muy perplejo, y temiento que hubiese sobrevenido alguna desgraciao alguna siniestra circunstancia, no quiso hacerle preguntas en la calle y se apresuró a arrastrarla a la casa,en donde, con la cara muy amarilla, la interrogó con la actitud y con los ojos, pues de emoción no pod�aabrir la boca.Y la pobre mujer le contó lo que hab�a ocurrido, a�adiendo:  Tienes que dispensar a tu madrepor esta vez, hijo m�a, pues no estoy acostumbrada a frecuentar palacios; y la vista del sult�n me ha turbadode tal modo, que no pude adelantarme a hacer mi petición.�Pero ma�ana, si Alah quiere, volver� a palacioy tendr� m�s valor que hoy! Y a pesar de toda su impaciencia, Aladino se dio por muy contento al saberque no obedec�a a un motivo m�s grave el regreso de su madre con la porcelana entro las manos.Y hasta lesatisfizo mucho que se hubiese dado el paso m�s dif�cil sin contratiempos ni malas consecuencias para sumadre y para �l.Y se consoló al pensar que pronto iba a repararse el retrasó.En efecto, al siguiente d�a la madre de Aladino fue a palacio teniendo cogido por las cuatro puntas el pa-�uelo que envolv�a el obsequio de pedrer�as.En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la ma�ana, y se calló discretamente.PERO CUANDO LLEG� LA 748 NOCHEElla dijo:.En efecto, al siguiente d�a la madre de Aladino fue a palacio teniendo cogido por las cuatro puntas elpa�uelo que envolv�a el obsequio de pedrer�as.Y estaba muy resuelta a sobreponerse a su timidez y forma-lar su petición.Y entró en el div�n, y se colocó en primera fila ante el sult�n.Pero, como la vez primera, nopudo dar un paso ni hacer un gesto que atrajese sobre ella la atención del jefe de las escribas.Y se levantóla sesión sin resultado; y se volvió ella a casa, con la cabeza baja, para anunciar a Aladino el fracaso de sutentativa, pero prometi�ndole el �xito para la próxima vez.Y Aladino se vio precisado a hacer nueva provi-sión de paciencia, amonestando a su madre por su falta de valor y de firmeza.Pero no sirvió de gran cosa,Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com pues la pobre mujer fue a palacio con la porcelana seis d�as consecutivos y se colocó siempre frente al sul-t�n, aunque sin tener m�s valor ni lograr m�s �xito que la primera vez.Y sin duda habr�a vuelto cien vecesm�s tan in�tilmente, y Aladino habr�a muerto de desesperación y de impaciencia reconcentrada, si el propiosult�n, que acabó por fij�rse'en ella, ya que �staba en primera fila a cada sesión del div�n, no hubiese tenidola curiosidad de informarse acerca de ella y del motivo de su presencia.En efecto, al s�ptimo d�a, termina-do el div�n, el sult�n se encaró con su gran visir, y le dijo:  Mira esa vieja que lleva en la mano un pa�uelocon algo.Desde hace algunos d�as viene al div�n con regularidad y permanece inmóvil sin pedir nada.�Puedes decirme a qu� viene y qu� desea? Y el gran visir, que no conoc�a a la madre de Aladino, no quisodejar al sult�n sin respuesta, y le dijo:  �Oh mi se�or! es una vieja entre las numerosas viejas que no vienenal div�n m�s que para peque�eces.�Y tendr� que quejarse sin duda de que la han vendido cebada podrida,por ejemplo, o de que la ha injuriado su vecina, o de que la ha pegado su marido! Pero el sult�n no quedócontento con esta explicación, y dijo al visir:  Sin embargo, deseo interrogar a esa pobre mujer.�Hazlaavanzar antes de que se retire con los dem�s! Y el visir contestó con el o�do y la obediencia, llev�ndose lamano a la frente.Y dio unos pasos hacia la madre de Aladino, y le hizo se�a con la mano para que se acer-cara.Y la pobre mujer se adelantó al pie del trono, toda temblorosa, y besó la tierra entre las manos delsult�n, como hab�a visto hacer a los dem�s concurrentes.Y siguió en aquella postura hasta que el gran visirle tocó en el hombro y la ayudó a levantarse.Y se mantuvo entonces de pie, llena de emoción; y el sult�n ledijo:  �Oh mujer! hace ya varios d�as que te veo venir al div�n y permanecer inmóvil sin pedir nada.Dime,pues, qu� te trae por aqu� y qu� deseas, a fin de que te haga justicia. Y un poco alentada por la voz ben�-vola del sult�n, contestó la madre de Aladino:  Alah haga descender sus bendiciones sobre la cabeza denuestro amo el sult�n [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • lunamigotliwa.htw.pl
  •