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.Llovió un d�a pero fue tan breve y fuerte aguacero que pareció unchubasco tropical.Asturias es un mito que Ortega inventó.Pero leyendo estos cuentos regresa Ortega y con �l vuelve tambi�n eltiempo del orvallo y el rumor del bable que no se habla en sus cuentos.Sinembargo hay un toque exótico que he aprendido a reconocer como prójimo luego.Cuando le� el libro en La Habana encontr� personajes que  cog�an fr�o �y mor�ancasi enseguida! Desde Cuba esta enfermedad me parec�a tan imposible o al menostan remota como Ja fiebre del sue�o y la mosca ts�ts� que la trasmite.Ahora,despu�s de a�os de exilio en Londres, la enfermedad favorita de los personajes deOrtega no es sólo posible sino que es favorita de muchos ingleses, que escogen103 G.Cabrera Infante Vidas para leerlascoger fr�o y se mueren en cuestión de d�as, como el antagonista de  Siete cartas aun hombre.Yemas de coco, el cuento, es una historia que Ortega pudo haber convertidoen una novela, como pudo haber ca�do, m�s de una vez, en el sentimentalismo, yevadió con �xito ambas tentaciones.No tengo nada contra la novela ni muchomenos contra el sentimentalismo.Al contrar�o, muchos de mis mejores amigos sonsentimentales.Por amigos me refiero a boleros y tangos y a esos filmes viejos conun final feliz.Tambi�n a mucha m�sica melosa, melodiosa.Chaplin, por ejemplo,es descaradamente sentimental.John Ford es un sentimental seco, contenido.Ortega es un sentimental que quiere ser duro a veces o mejor, declarar que es antesque nada un cient�fico.Pero este cient�fico, hijo y hermano de cient�ficos, llegó und�a al laboratorio de su hermano m�dico y encontró una curiosa cobaya: un perritocon el n�mero 3 colgado al cuello para experimentos in anima vili y viviseccionesy disección final.Nuestro cient�fico seco se enterneció tanto que rescató al can deuna suerte peor que la muerte.Se llevó el perro a casa y le puso por nombre Tres.(Todav�a en La Habana en los a�os cincuenta ten�a Ortega una perrita llamadaTres.) Confieso que a m� me conmueve de veras la historia de Palmira, la quecom�a Yemas de coco.No me emociona la an�cdota ni la trama.Me mueve laprosa de Ortega, que sabe como Ch�jov ser emotivo y al mismo tiempo hacer undiagnóstico casi m�dico de sus personajes.Con una sola frase establece Ortega unarelación entre el lector y la ordenación rigurosa de los elementos de su prosa.As�cuando escribe:  El suave y fresco terral de febrero estremeció blandamente lasaltas y oscuras casuarinas , el lector sabe que est� frente a la verdadera literatura,se�alada apenas con un sustantivo tan tenue como el nombre de la casuarina.Oeste otro comienzo memorable:  Surgió inesperadamente entre un montón derecuerdos: detr�s de un sofocante olor a tuberosas.Las casuarinas y las tuberosashacen del recuerdo no un olor impresionista sino que son exactos.Es que Ortegasab�a que las p�ginas escr�tas no huelen sino que nos hablan a los ojos, silenciosaspero a la vez incre�blemente g�rrulas, como algunas mujeres descritas por �l.Ocomo las cartas de sus personajes. El evadido es un cuento en que, como en  Lahuida , hay una relación pol�tica inferida o inherente al relato. El evadido pareceun compromiso renuente, mientras que en  La huida Ortega admite que la �nicamanera de hablar de pol�tica en ficción es hacerlo con el lenguaje de la prensa period�sticamente, como un reportaje: como un reportaje pero evitando siempre lap�gina noble, editorial y la impotencia del denuesto.Hay otros cuentos en el libro,104 G.Cabrera Infante Vidas para leerlascomo  Siete cartas a un hombre , en que el recurso tan usado, por su comunicantehermetismo, de la literatura epistolar est� justificado: una carta que se recibe essiempre un sordo monologante, no un interlocutor v�lido.Las cartas hablan peronunca oyen: contestarlas es incurrir a su vez en mi monólogo.Este cuento es aveces de una lectura dolorosa y creo que obtuvo un premio en Espa�a antes de laguerra civil.En Cuba un cuento a�n m�s terrible,  Chino olvidado , ganó unpremio a�n m�s celebrado; era importante y hasta decisivo entonces y Ortega fuefamoso por un tiempo.Despu�s, poco a poco, se lo tragó la profesión delperiodismo: fue jefe de redacción supremo, hombre de confianza del director deBohemia y �l mismo director de Carteles.Al rev�s del h�roe de La vor�gine, no seperdió s�bitamente al entrar de lleno en esa selva salvaje, pero no creo que Ortegavolviera a escribir nada, ni siquiera un editorial.No en Cuba en todo caso: Ortega,que era reservado en extremo en su vida privada, no ten�a para m� secretosliterarios.Cuando publiqu�  La huida (una narración de Franco antifranqu�smo yde eficaz convocatoria republicana en que hasta la palabra de paz bous suena aob�s) en Lunes de Revolución, que fue el m�s importante suplemento literariojam�s publicado en Cuba, pareció complacido.Pero su exilio abrupto a NuevaYork poco despu�s mostró que su complacencia era, como siempre, personal: unacortes�a, otra finura del caballero espa�ol.Ortega nunca me dijo, como supedespu�s, que no quer�a asociar este escrito suyo a la estridente literatura partidariaantologada all�.Los cuentos recogidos en este libro son ejemplares raros en una literaturacomo la espa�ola nada adicta (ni adepta) al cultivo del cuento.Muestran, adem�s,una caracter�stica que revela a los buenos escritores y que emparenta a Ortega conLino Novas Calvo, ese otro gran cuentista cubano nacido en Espa�a (esta vez enGalicia), que muere ahora lenta y bruscamente en Nueva York de sucesivasembolias cerebrales.Esa distinción com�n es el gusto por los nombres propios ylos apellidos sonoros y exóticos.Curiosamente Ortega y Novas Calvo usan amenudo casi un mismo nombre cant�brico: Novas Calvo llama a un h�roe suyoFenollosa, Ortega le pone a otro Felechosa.Para m� son sólo sonidos sugerentes,para ellos tal vez tengan otro valor literario.En todo caso es imposible saberloahora y un escritor no hace m�s que proponer modelos de lecturas.Finalmentequiero decir que �sta es una presentación de ocasión, no el detenido an�lisisliterario que se merece Ortega y que yo, que le debo tanto, no puedo hacer porquesiempre se interpondr�a ese sentimiento que �l apreciaba por encima de todo: la105 G [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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